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La actividad física como desestresante

Por la Mtra. y Fisioterapeuta Lucero A. Meneses S.

Para hablar de cómo la actividad física puede ayudarnos a superar o a liberarnos del estrés, creo que es necesario saber y conocer todos los instrumentos con los cuales fue dotado el ser humano, tanto física como anímicamente, y con los cuales el espíritu humano puede tocar la melodía que lo ayuda a elevarse.

     El estrés, tal y como lo asociamos, es una condición o situación en la cual nos encontramos y que nos hace sentir angustia, miedo, ansiedad, y a partir de la cual manifestamos en el cuerpo sudoración, palpitaciones, falta de aire, embotamiento, dolor de cabeza o migraña, sentir que nuestro cuerpo se afloja o por el contrario, que se queda como paralizado… en fin, son múltiples las manifestaciones corporales incómodas que podemos sentir y vivenciar. Sin embargo, debemos diferenciar, dentro de este estrés, lo que es el eustrés del disstrés. El eustrés es aquel estrés que sentimos en momentos como cuando nos dan un ascenso en el trabajo y nos enfrentaremos a una nueva responsabilidad, o en el momento en que una pareja de enamorados decide casarse, el momento en que deciden o van a tener un bebé, el inicio escolar de un niño… en fin, son múltiples los ejemplos que podemos encontrar a lo largo de la biografía de una persona, así como también podemos encontrar momentos en que estos ejemplos sean de disstrés, es decir, cuando sentimos y vivimos esas sensaciones por noticias como la muerte inesperada de un ser querido, la noticia de una enfermedad incurable, desconocida o dificil, la ruptura de una relación amorosa, la pérdida de trabajo, la incertidumbre del futuro ante situaciones confusas o caóticas del presente, etc.

Podríamos entonces hacernos la pregunta ¿cuál es, entonces, la diferencia entre ambos si la manifestación corporal es prácticamente la misma?, y podría asegurarles que la mayoría respondería de primera impresión: “porque en una son cosas bonitas y en la otra puras cosas feas”, o en otras palabras, cosas “positivas” y cosas “negativas”. Y así es, el eustrés se conoce como estrés positivo, se relaciona (en algunos aspectos) con la dopamina y con el salir de nuestra zona de confort para conseguir la autorrealización personal. El disstrés por el contrario, se relaciona con el cortisol y con la sensación de incapacidad para la autorrealización.

Podemos claramente observar y recordar, puesto que todos hemos vivido momentos eutressantes y momentos distressantes, que una gran diferencia proviene de aquello que sentimos en ese momento, como emoción, felicidad, alegría, ganas de saltar o impaciencia por empezar a ¡actuar ya!, es como si de repente no pudiesemos parar de movernos de la emoción, haciendo una u otra cosa para alcanzar aquello que ya esperamos o visualizamos. En cambio, lo que sentimos a partir del distress es angustia, miedo, desesperación, tristeza y nos deja como inmóviles, sin saber hacia a donde ir o qué pensar, queriendo tal vez correr rápido-rápido y muuuy lejos para huir así de la situación, pero a la vez sentimos que las piernas están como pegadas al piso y no nos permiten movernos (al menos en el momento mismo en que vivimos esa situación)…

Después, el tiempo -sea en minutos, horas o días-, nos da un respiro, un espacio en el cual tenemos la oportunidad de contemplar todo como “desde afuera”, o lo seguimos viendo “muy dentro” de nosotros… Y entonces nos hacemos la pregunta: ¿Qué puedo hacer? ¿Qué voy a hacer?, o quisiéramos que ante la pregunta: “Y ahora, ¿quién podrá ayudarme?”, se nos presentara el Chapulín Colorado para ayudarnos y defendernos, o cualquier otro ser mágico, e incluso quisiéramos que existiera una pastilla o inyección que pudiese borrar todo y hacernos sentir que todo fue un mal sueño… ¡empezamos entonces a implorar!, pero ¿a quién? o ¿cómo?, y como decimos comunmente, “¡sentimos que el alma se nos va!”. Sin embargo, si despertamos la cualidad espiritual del Ser Humano, el alma les aseguro que no se irá a ningún lado, no huirá asustada y atormentada dando topes aquí y allá. Esa es la respuesta ante ¿a quién?: ¡A nuestro propio espíritu!, y ¿Cómo? (y a esta pregunta responderé con una forma que yo conozco, no sólo por conocimiento de estudio, sino también por vivencia, por propia experiencia), y es como se los comparto y describo a continuación.

Viktor Frankl, psiquiatra y filósofo, creador de la Logoterapia, nos da a conocer la capacidad de Resiliencia que tiene el ser humano, es decir “la aptitud del individuo para resistir y recomponerse delante de las agresiones”, algo similar a lo que sucede con este mismo término dentro de la Física, que significa: “la cualidad de los metales de resistir una presión”; entonces, en primer término, sabemos que contamos con una fuerza interna que de entrada nos ayuda a resistir esa presión que nos causa el distress. Luego nos encontramos con las investigaciones del sociólogo Aaron Antonovsky, quien acuña el término Salutogénesis (la capacidad que tiene el individuo mismo y algunas actividades de generar la propia salud) al estudiar el por qué, ante  la exposición a las mismas situaciones de distress o ante la misma exposición de ciertos agentes patológicos, algunas personas enferman y otras no, ¿dónde radica esa diferencia o qué hace que esto suceda?, y él nos habla entonces de los factores de resistencia y del sentido de coherencia (comprensibilidad, significabilidad y manejabilidad) que existen en las personas, las cuales, si las hacemos conscientes, seremos entonces capaces de usar esos instrumentos que ya existen en nosotros para entonces generar nuevamente armonía dentro del caos en que la situación de distress nos colocó.

Hago notar en este momento que la vida misma está en constante movimiento, vivimos incluso de forma inconsciente en un constante ir y venir de equilibrio y desequilibrio, como por ejemplo al caminar: al momento de levantar un pie para avanzar, vivimos un momento de desequilibrio antes de volver a poner el pie en el piso y volver a estar en equilibrio (una persona que se ha fracturado un pie, sabe muy bien el temor que genera volver a caminar como si nada hubiese pasado), actividad que ya nos es tan propia y cotidiana que la dejamos en el inconsciente (hasta que alguna situación nos hace volverla nuevamente consciente). Algo similar sucede en una situación de distress, estamos conscientes de esa situación de distress, y mientras más estemos concientes, es decir, ¡despiertos! ante esa situación, y de igual forma seamos más conscientes de esa fuerza (resiliencia) y capacidad de coherencia que existe en cada uno de nosotros, mayor será entonces nuestra capacidad de generar una nueva armonía, de transformarnos, pues serán como pasos hacia adelante en nuestra evolución, y ese sentido de coherencia influirá de manera positiva no sólo en nosotros mismos, sino también en muchas otras personas, ya que podremos ser un modelo en cuanto a la transformación y metamorfosis que logremos a partir de esa vivencia/experiencia.

     

El filósofo Rudolf Steiner, fundador de la Antroposofía, nos habla de la estructura ternaria existente en el ser humano, tanto en su cuerpo físico como en su cuerpo anímico, la cual podemos  identificar, a grosso modo, de la siguiente manera: En el cuepo físico tenemos dos polos bien definidos, la cabeza y las extremidades, y entre éstos dos, como mediador, tenemos el tórax. En la cabeza, encontramos el Sistema Nervioso (S.N.), en las extremidades el Sistema Motor aunado a el Sistema Metabólico (S.M.M.) en sus cualidades polares; y, en el tórax, el Sistema Rítmico, dado por las funciones del corazón y los pulmones (S.R.).

En cuanto a sus funciones, tanto de polaridad como de mediación,  podemos comprenderlas más facilmente en el esquema I.

En la estructura del alma podemos identificar estos tres elementos en la capacidad de Pensar, de Sentir y de Actuar/Accionar (Voluntad). Ahora bien, cuando nosotros nos encontramos en una situación de estrés, la información que nos llega del exterior crea imágenes en nosotros que hacen que nuestro corazón y nuestra respiración se aceleren, haciendo que nuestro cuerpo se mueva según el agrado o desagrado que esa situación haya generado dentro de nosotros; pasado el primer impacto, al tomar conciencia (despertar) de la situación, inevitablemente viene a nosotros la cualidad humana más grande y que nos diferencía de otros seres existentes sobre la tierra: La capacidad de tomar decisiones, la cual lleva consigo implícitamente la libertad y la responsabilidad (en el sentido de cómo respondemos ante un hecho, derivando de esto una consecuencia), y en este punto, en una situación de eutress resulta “más fácil” tomar una decisión: aceptamos el ascenso, aceptamos casarnos, etc… y entonces, ACTUAMOS!!, nuestra voluntad se pone en movimiento y empezamos a hacer todo lo necesario para alcanzar esa imagen que llegó a nuestra mente, ya que nuestro corazón siente motivación y es como si respiráramos combustible. Sin embargo, cuando nos enfrentamos a una situación de distress, el tomar una decisión se nos hace más difícil, ya que las imágenes no son agradables, nuestro corazón no siente motivación ni tampoco sentimos respirar combustible, y nos paralizamos…. entonces, nuestra cabeza empieza a crear un sin fin de imágenes, ya no sólo por lo que viene desde el exterior, sino también de todo aquello que en nuestro interior nos produce miedo, y decimos: “¡No puedo parar de pensar!”, es como si algo en nuestra cabeza no dejara de moverse, y “se nos calienta la cabeza”, cada vez más…. y nos movemos menos, accionamos menos, a veces sólo atendemos aquello que resulta una obligación para nosotros, pero no nos ponemos en acción por algo que nos guste, es más, a veces sentimos que ya ni nos gusta nada… nuestro sentir parece que ha perdido el ritmo de su melodía… sólo sentimos miedo o tristeza, o en otras palabras, vacío.

Es cierto que el panorama no parece ser muy bello, y si ponemos atención a cómo está funcionando nuestro cuerpo en ese momento, nos damos cuenta de que en la cabeza, donde debería haber quietud y frialdad ahora hay movimiento y calor, y que nuestro sistema metabólico-motor ahora está con frío e inmóvil (probablemente hasta tengamos ya problemas digestivos o músculo-esqueléticos, como contracturas por tensión), entonces creo que es hora de hacer un llamado a nuestro sistema rítmico, a nuestros sentimientos, y con ello no me refiero a lo que me hace sentir agrado o desagrado, sino a aquello que realmente es más profundo y significativo para nosotros. Relacionando ahora esta estructura ternaria con lo dicho anteriormente sobre el sentido de coherencia, encontramos que en el Pensamiento está la Comprensibilidad (¿Cómo es? Desde mi entendimiento), en la Voluntad está la Manejabilidad (¡Puedo transformarlo a mi voluntad!) y, en el Sentimiento está la Significabilidad (¿Tiene esto un significado para mí en este momento de mi vida? ¿Cuál?).

Así que encontremos ese significado y empecemos a movernos!! Ya que esto volverá a traer equilibrio tanto en nuestra funciones físicas como anímicas, pues nuestros polos no estarán invertidos y nosotros literalmente “de cabeza”. Y mientras encontramos ese significado, ayudémosle a nuestro corazón llevándole buen combustible con la respiración, a través de ¡movernos! Volvamos a generar calor, transformemos nuestros pasos y nuestras acciones (caminata, correr, yoga, ciclismo, artes marciales, natación, en fin, todo aquello que poco a poco nos vaya re-sonando, nos re-cree), indiscutiblemente el oxígeno nos ayudará con las correctas imágenes que conecten con ese significado y, en conjunto con una actitud de resiliencia, reconociendo esa fuerza interior que poseemos, despertando nuestro propio espíritu, el cual nos motiva, nos impulsa y nos da el valor para tomar decisiones que nos transforman, nos enriquecen, nos hacen brillar… y empezamos a movernos, a nuestro ritmo, en diversas melodías.

“La vida está en constante movimiento, en un constante intercambio de caos y armonía, de transformación; y, dicen que el tiempo todo lo cura… pero el tiempo acompañado con la acción de nuestro espíritu, todo lo sana”.

Picture of Mtra. Lucero A. Meneses Sánchez

Mtra. Lucero A. Meneses Sánchez

Mtra. en Arte Terapia Antroposófica. Fisioterapeuta.

IMAGEN: 1) Diseñada por senivpetro/Freepik
2) Lucero Meneses

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Revista 6 – Sep 2020

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