Cuando un padre enferma
Por la Dra. Xochitl Meneses
Sin duda alguna todo cambia cuando uno de los integrantes de nuestra familia, enferma, y tales cambios son generadores de una gran incertidumbre que se acompaña de sentimientos de miedo, tristeza, enojo o todo esto mezclado entre sí. El temor de poder perder a nuestro ser amado siempre está latente generando un estrés permanente, aparentemente adormecido, y que nos hace estar siempre a la expectativa.
Y ¿cómo es vivir así?, la respuesta es tan difícil como la manera en que se vive, sin embargo, el cambio que se da en la dinámica familiar depende mucho de quién se ha enfermado, es decir del rol o lugar que ocupa esa persona en nuestra familia.
No se vive igual el proceso de la enfermedad si quien se ha enfermado es un hijo menor de edad, quien siempre ha dependido de sus padres o si es la madre quien siempre ha estado al cuidado de los hijos o si es el padre quien se ha dedicado a la manutención de toda la familia y donde la economía solo ha dependido de él.
Esto por hablar de un ejemplo típico de familia mexicana, pero también puede suceder, más en nuestros tiempos, que la madre también funge un rol de padre, generalmente por ausencia del mismo, en donde no solo ha dependido de ella el cuidado de los hijos sino también el sustento económico.
Si sólo podemos imaginarnos cómo es vivir este proceso cuando la cabeza de una familia enferma, podremos darnos cuenta cuanto sufrimiento aún más se puede vivir. Cuando quien ha sido pilar y centro, se fragiliza, por ende fragiliza a toda la familia, cual pilar que sustenta la construcción de todo un templo. Y en el rescate de uno está el rescate de todo un sistema, que es la familia. En este momento es hora de actuar, de movilizarse y es cuando los hijos tendrán que ocupar un rol de cuidadores de sus padres, incluso, si la edad se los permite, tendrán la necesidad de trabajar teniendo que llevar el sustento económico a su familia.
Y los roles se cambian radicalmente, quien antes era el cuidado y dependiente ahora pasa a ser cuidador y proveedor y quien antes fungía estos papeles en la familia ahora pasa a ser cuidado y dependiente.
Pero, ¿qué impacto genera este cambio de roles en los padres o quien era la cabeza de la familia? ¿Cómo poder digerir que ahora soy dependiente y me tienen que cuidar? Sin duda alguna estas dos condiciones son sumamente difíciles de aceptar, causando mucha rabia y conmiseración causada por la impotencia y frustración. Esto independientemente de la edad que tenga quien fue nuestro proveedor.
Suceden tantas cosas a nuestro alrededor, que suman aún más sufrimiento que la propia enfermedad. Situaciones que debemos tener en cuenta, tanto el médico como la familia y el mismo enfermo, ya que la emociones vividas por este cambio de roles repercuten directamente sobre las relaciones entre los integrantes de la familia, las cuales pueden ayudar durante el proceso de enfermedad o pueden hacerlo mucho más difícil de vivirse, incluso pueden llegar a causar mucho daño y fracturas en la relación familiar.
La vida es un cambio continuo, que hace que nuestras vidas tengan que cambiar a pesar de rehusarnos a ello. Esto nos hace totalmente seres vulnerables ante la naturaleza de la vida. Cuando ésta nos trae un cambio favorable nos es muy grato y satisfactorio pero cuando la vida nos mueve a ocupar un lugar que no es el que esperábamos que nos diera, entonces nos embriaga el sufrimiento y la negación a ocupar ese lugar que sentimos que no nos corresponde.
Tal es el caso, cuando quien fue cabeza de familia, ahora tiene que pasar a ocupar un lugar de dependencia y cuidados por los hijos. Cuantos sentimientos encontrados ante tal vuelco de la vida, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo aceptar que también somos merecedores de cuidado y sustento por parte de los hijos?
Hemos crecido en una sociedad en donde se nos ha inculcado que debemos ser siempre autosuficientes, como si implicara una meta de éxito el no tener que depender de los demás. Sin embargo, los resultados que podemos ver al actuar bajo esta creencia de total independencia, es ver como nos vamos aislando de los demás acrecentando el egoísmo y viviendo en total soledad que culmina en vacío y sufrimiento existencial.
Es común escuchar a los padres de nuestra época decir acerca de su futuro, la posibilidad de algo indeseable, de tener que vivir con alguno de sus hijo cuando envejezcan. Vemos como en los comerciales de las aseguradoras nos dan imágenes tristes y penosas de ancianos viviendo y dependiendo de los hijos. ¿En qué momento y quiénes nos hicieron creer, tan fielmente, que los padres son una penosa carga para los hijos?
Lo anterior solo es un paréntesis para poder analizar el enorme sufrimiento que puede generarnos no solo la enfermedad, sino la condición de ser seres frágiles, vulnerables y dependientes y no súper dadores permanentes de la vida.
El poder permitirnos aceptar esta otra parte de nuestra condición humana, el poder aceptar que también somos dignamente merecedores de cuidados, protección y sustento económico de parte de nuestros hijos, nunca nos significará que somos una carga ni que sea el pago de lo que con tanto amor les hemos dado. Más bien, es continuar ofreciéndoles una gran oportunidad de aprender a crecer en el amor, de que aprendiendo a cuidar y dar parte de tu vida a quienes la han dado por ti, se aprende a amar, se aprende a valorar, se aprende a honrar a la misma vida.
Así en el momento que las vueltas de la vida pongan a nuestros hijos en un lugar de dependencia y fragilidad sabrán que al poder aceptar tal condición, serán fortalezas mismas de su propia dignidad y que sus enseñanzas como educadores de sus hijos nunca terminarán.
El aceptar el acompañamiento del equipo de cuidados paliativos incluyendo especialmente el del psicólogo-logoterapeuta, ayudará mucho a poder comprender y apoyar a la familia en esta posición tan difícil de la vida.
Dra. Xochitl Meneses
Médica paliativista y logoterapeuta IMCUPAL CreeSiendo Juntos
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