El significado de la esperanza: Padres de hijos con cáncer
Por la Dra. Gabriela Perea M.
El cuatro de febrero se celebra el Día Mundial contra el cáncer, por lo que con este escrito quisiera hacer conciencia, de lo que suele pasar por nuestras mentes y espíritu cuando, como padres, recibimos el diagnóstico de cáncer en un hijo.
Como sabemos, el cáncer es una enfermedad crónica que amenaza la vida de muchas personas y simboliza lo desconocido, lo peligroso, y que viene acompañado con sufrimiento, dolor, culpa y ansiedad.
En los niños y adolescentes, la incidencia de cáncer aumenta día a día. A nivel mundial, cada año se diagnostica cáncer en aproximadamente 300,000 niños entre los 0 y 19 años (OMS 2018). En los países desarrollados aproximadamente el 80% tienen curación, sin embargo, en países como el nuestro, solamente el 20% tiene curación debido a que el diagnóstico, en muchas ocasiones, no se realiza oportunamente.
A nivel familiar, cuando a alguno de nuestros hijos se les diagnostica cáncer, el asumir que la enfermedad ha llegado a nuestras vidas, se convierte en un proceso que se debe vivir con la rapidez con la que llega el diagnóstico y el inicio del tratamiento.
Al recibir el diagnóstico aparecen una serie de sentimientos inexplicables y un caos emocional a nivel personal y familiar, ya que no sabemos qué hacer, ni sabemos que es lo que podemos esperar. Generalmente los padres de familia y demás familiares nos enfocamos en buscar mecanismos que nos permitan entender el proceso de la enfermedad y el tratamiento, para así poder afrontarlo y ayudar a nuestro ser querido. En este proceso tan complejo, considero que lo que nunca muere sino que pervive, es la ESPERANZA, que va íntimamente relacionada con la fortaleza y la fe. Éstas nos permiten mantenernos y sostenernos para transitar durante el tratamiento, el agobio físico y mental que se viven en estas circunstancias.
La esperanza es una experiencia humana multidimensional, una mezcla entre temor y fe. Los atributos de la esperanza son: enfocarse en el futuro y redefinirlo. Estos atributos están envueltos por sensaciones de incertidumbre, ansiando llegar a la meta y esperando que el resultado sea positivo.
La esperanza nos permite buscar la mejor manera para acompañar a nuestros hijos durante sus tratamientos como: quimioterapias, cirugías, radioterapias, espera de interpretación de estudios y laboratorios. Intentamos transmitirla a través de la comunicación, el cariño y el amor incondicional permitiéndonos dar y escuchar mensajes alentadores para enfocarnos en un futuro positivo.
Cuando se presenta la enfermedad, aparece una mezcla de miedo e incertidumbre, ya que sabemos que podríamos perder a nuestro hijo que tanto amamos, sin embargo, también tenemos fortaleza, esperanza y fe en que todo saldrá bien. Frente al enfermo, esto nos lleva a algo íntimo y emocional, donde nuestros dogmas y creencias nos ayudan a mitigar el dolor, para motivarnos a persistir en el esfuerzo de buscar alternativas de solución a la situación.
Gracias a la esperanza, los padres vemos la necesidad de aprender y conocer de la enfermedad y el tratamiento, ya que generalmente seremos los cuidadores primarios durante esta etapa. Inspirar esperanza en el entorno familiar es vital. En la familia hay que demostrar aceptación, tolerancia y entendimiento del tratamiento ya que esto nos hace crecer con madurez para resignificar nuestra vida y la de nuestros hijos.
En el proceso de enfermedad, nuestros hijos son una fuente de inspiración de esperanza para nosotros sus padres, porque observamos y sentimos lo que es verdaderamente “el amor a la vida”.
Conectar continuamente con la familia y amigos y alejar los pensamientos negativos para dar paso a una actitud que nos permita empatizar con nuestro ser querido enfermo, son elementos clave para mantener viva la esperanza. Así mismo la fe, la confianza en Dios o Ser Superior y una actitud positiva nos hará convertirnos en personas más virtuosas y veremos que nuestros hijos “sufren con dignidad”, porque le dan un valor importante a la esperanza.
“La esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte” –Vaclav Havel
In memoriam Daniela Mendoza Perea 1998-2017
Dra. Gabriela Perea Macías
Médica anestesióloga, logoterapia y cuidados paliativos.
Profesora del IMCUPAL
IMAGEN: Diseñada por jcomp/Freepik.com
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