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Mi vida como voluntaria en cuidados paliativos

Por Ana María Quintana

Ser voluntaria en Cuidados Paliativos y compartir el sentido de la vida, para mí, ha significado mi conexión total con la vida a través del dolor, el sufrimiento y las necesidades de la gente, provenientes de lo más profundo de su soledad, enfermedad, dolor y abandono.

Un paciente es la persona, no la enfermedad, y esto me ha dado la oportunidad de poder servir y ayudar de corazón a las personas que lo necesitan. Sé que ellos tienen una historia vivida y a eso me enfoco, a sacar lo mejor de cada uno, de sus emociones, de sus anécdotas, compartimos pláticas, lectura, música y sobre todo lo que ellos sienten en ese momento. Los ayudo a que se den cuenta que la situación que están pasando pueden transformarla en ser maestros de vida para todo aquel que está en su entorno.

Haciendo una analogía con la música, nosotros los voluntarios somos como las notas de una sinfonía, que el músico, en este caso el paciente, emana de los instrumentos que él decide tocar. El deseo es que juntos, voluntarios y pacientes, podamos armonizar, para que éste último continúe sintiendo su propia valía mediante el ejercicio de su voluntad, que se de cuenta que sus aportaciones son valiosas para los demás y así motivarlos a emitir su mejor melodía al mundo.

En nuestras visitas, tratamos de rescatar el ayer y hacerlo presente, para que nuestro paciente sienta que compartir su vida vale la pena y, al mismo tiempo, que sepa que su dolor y sufrimiento también es escuchado y valorado.

Los pacientes me han enseñado mucho, me han hecho ver que en la vida se aprende, se crece, se descubre, se escribe, se borra y se reescribe otra vez. He aprendido de ellos que la vida es animarse, que la cosa más complicada en la vida es tener miedo y que la acción más inteligente en el mundo es intentar ser una persona mejor cada día.

El voluntariado se trata de dar, pero al mismo tiempo recibes… ahí puedes encontrar sentido a tu vida, a tu existencia. Yo he podido encontrar un punto clave para aprender de mi soledad, mi alegría, mis tristezas y reencontrar mi esperanza. Es tanto el aprendizaje que me han dejado y el agradecimiento que tengo hacia ellos, que no me alcanzarían las palabras para describirlo.

El día que visito un paciente, da luz a mi vida, a mi mundo, ese momento me fortalece, llena mi alma de paz y de amor. Todo esto como resultado del encuentro entre dos personas que se necesitan, se cuidan y se acompañan en esta vida. Estoy totalmente convencida que sin amor, no logras nada, y que con el amor puedes traspasar las fronteras del cansancio y del agotamiento con el deseo de poder aprovechar al máximo cada momento vivido con ellos.

La experiencia de vida que nuestros pacientes nos comparten es un legado de gran ejemplo, que nos hace replantearnos el valor que representa el tiempo en esta vida, el valor de cuidarnos a nosotros mismos y de amarnos, y reconocer el enorme significado que tiene poder servir a los demás, independientemente de las condiciones en las que nos encontremos.

Te invito a formar parte de nuestro equipo de voluntariado paliativista y a través del servicio incondicional, encontrar y compartir el sentido por la vida.

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Ana María Quintana

Diplomada en Análisis Existencial y Logoterapia.
Diplomada en Cuidados Paliativos.

IMAGEN: Archivo IMCUPAL

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Revista 4 – Ene2020

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