La escritura terapéutica
Elizabeth Meneses
Por naturaleza, somos seres narrativos. Nuestras vivencias las convertimos en relatos, no sólo al contarlas a los demás, sino también a nosotros mismos; las ligamos al lenguaje, creando tramas que dan sentido a nuestra vida y es así como entendemos nuestro pasado, presente y futuro. Ahora bien, no todas estas narrativas nos ayudan o nos son de utilidad, en ocasiones, nos limitan y nos crean problemas. Si es así, ¿qué podemos hacer? Honoré Balzac dijo “aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”, entonces ¡cambiemos nuestras narrativas!
Las narraciones que nos contamos no tienen por qué ser para siempre. Como seres humanos podemos cambiar nuestras narraciones y descubrirnos a nosotros mismos de formas distintas, por ejemplo, recuperando partes que quizá no incluimos en nuestra trama inicialmente o dando más peso a otros factores. Si cambiamos nuestra forma de narrarnos, también cambiamos la forma en que sentimos y comprendemos. El poder de la palabra es ilimitado.
Por otro lado, los pensamientos son instantáneos, desordenados e inevitables, y en ocasiones llegan a mezclarse. Hay ideas a las que damos cientos de vueltas sin sacar nada en claro, y nos es difícil poder analizarlas. Es aquí donde entraría la escritura, ayudándonos a establecer un diálogo con nosotros mismos y a contrarrestar la velocidad con que se generan los pensamientos. Con la escritura, podemos poner distancia ante aquello que nos preocupa y aumentar el tiempo que dedicamos a nuestro mundo interno, favoreciendo la reflexión con más lucidez y mejorando la comprensión de nosotros mismos. Escribiendo podemos hacernos nuevas preguntas o respondernos las preguntas de siempre con nuevas respuestas, es decir, podemos reinterpretar nuestra historia para darle un nuevo sentido.
La función de la escritura puede ir desde el desahogo o expresión de emociones y pensamientos, hasta la reorganización de ideas; podemos escribir sobre situaciones que pueden provocarnos ansiedad o temor, puede ser algo que quisimos haberle dicho a alguien y que por algún motivo no lo hicimos, debates internos que mantengamos con nosotros mismos, o incluso, el poder valorar como sería nuestra vida si incluyéramos o elimináramos algún elemento de nuestra actual realidad, así como reflexiones acerca de los cambios vitales.
El momento más complicado de esta terapia puede ser el comienzo: el no saber cómo empezar, por tener mucho o poco que contar. Pero una vez que iniciamos, el proceso es sumamente enriquecedor, embarcando al autor en un autodescubrimiento y liberación personal. Para que la escritura fluya mejor, es imprescindible eliminar las barreras autoimpuestas, como la vergüenza, permitiéndonos una libre expresión sin remordimientos, conectando verdaderamente con nuestra situación.
No se trata de convertirnos en grandes literatos; de hecho, ni el estilo, ni la ortografía son relevantes en estos escritos. Basta con que sean de utilidad para su autor. Es aconsejable su lectura personal, una vez que se haya terminado. Si lo redactado se comparte o no posteriormente, es una elección del escritor, considerando si su difusión le puede ayudar aún más de manera personal, o si cree que alguien más se puede beneficiar de su escrito.
Hay investigaciones que avalan que en la escritura terapéutica no sólo hay beneficios emocionales sino también a nivel físico. A nivel cerebral, implica la activación simultánea de los dos hemisferios: por un lado, pone en funcionamiento la parte artística, emocional y creativa del cerebro (hemisferio derecho) y por otro lado la parte racional, crítica y estructurada (hemisferio izquierdo), que interrelacionados facilitan la regulación del sistema límbico y, por tanto, el equilibrio emocional. Desarrollar por escrito situaciones traumáticas, favorece unos ritmos cardíacos adecuados, reduce el estrés y mejora el sistema inmune.
Escribir un cuento o una historia sobre nuestras vidas, es una oportunidad que todos deberíamos regalarnos en algún momento, y atrevernos a expresar sin prejuicios nuestros más íntimos sentimientos y pensamientos, para poderles dar forma, es decir, volverlos “materia” y de ahí partir para encontrar una solución, cambiar el modo de ver las cosas o agradecer por lo que se tiene…
Miguel de Cervantes dijo que “La pluma es la lengua del alma”, así que tal vez, en un lápiz y un papel podamos encontrar los mejores cómplices, amigos y consejeros de nuestra vida.
EL CUENTO Y SUS CARACTERÍSTICAS.
Un cuento es la narración de una historia imaginaria, que puede estar basada (o no) en hechos reales.
Puede estar narrado en primera, segunda o tercera persona. Es una narración breve con trama simple y pocos personajes.Su estructura tiene una introducción, un nudo y un desenlace. Causa emociones en el lector u oyente, de manera rápida. Puede abarcar una infinidad de temáticas o subgéneros, como fantásticos, infantiles, policiales, realistas, cómicos, de terror, de hadas o de misterio, entre otros.
INTRODUCCIÓN: Describe el escenario y una pequeña presentación de los personajes.
DESARROLLO o nudo: Detalla la trama de la historia, a través del desarrollo de los conflictos y las secuencias de acciones de los personajes. La trama del cuento se centra en su personaje principal.
DESENLACE o final: Describe la resolución de los conflictos y de las acciones que tuvieron lugar durante el desarrollo, y puede plantearse como un final abierto, trágico o feliz, entre otros.
Todo cuento tiene determinados elementos:
* Los personajes. Son quienes realizan las acciones de la historia y pueden estar representados por personas, animales, objetos, entre otros. Además, se categorizan como personajes principales (en los que se centra la trama), secundarios (los que aparecen en reiteradas ocasiones) o terciarios (de menor importancia, que aparecen una o muy pocas veces).
* El narrador. Es quien da a conocer la historia y todos sus detalles. Puede contar la historia de diferentes maneras, desde el lugar del protagonista (en primera persona) o desde un lugar omnisciente (que conoce cada detalle de lo sucedido y lo narra de manera objetiva).
* Las acciones. Son los acontecimientos que llevan a cabo todos los personajes. Suelen ocurrir en un determinado tiempo y lugar, y son las que le dan curso al cuento, desde los enredos hasta la develación de la historia.
* La atmósfera. Es el clima que adquiere la historia que puede ser de tensión, de placer, de temor, de familiaridad, entre otros. Está asociada con el ambiente en el que ocurren las acciones y con las emociones que pueda generar en el lector.
* El tiempo. Es la duración de la historia, que puede ser de tan solo unas pocas horas, días o años. Además, el paso del tiempo condiciona o altera el rol de los personajes.
Elizabeth Meneses
Directora Editorial Revista NousMedika
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