El afecto y su efecto terapéutico
Por el Dr. Gerónimo Acevedo
La medicina parece estar engañándose a sí misma con esta obsesión por ser sólo “ciencia natural”. Resulta evidente que nuestra profesión nunca seguirá excluyentemente ese camino ya que permanecerá firmemente enraizada en el terreno de los asuntos humanos, con todos los matices nebulosos, subjetivos e irracionales que esto inevitablemente supone y que la vinculan con la esencia profunda de lo humano. Como lo sugiere Trousseau, la medicina parece destinada a quedar definitivamente ubicada entre la ciencia y la humanidad.
Aprender a escuchar no es difícil, sólo requiere de una actitud humilde de vivir la ignorancia sin sentirla como peyorativa sino como una genuina disposición. Los ingredientes necesarios: un genuino interés de comprender. Sin embargo, para ello hay que hacer el esfuerzo de cambiar el paradigma mental de “luchar con nuestros límites” y pasar al paradigma de “incluir nuestros límites”.
La diferencia es sustancial. Luchar es una palabra que alude a “eliminación”, incluir es una palabra que evoca “transformación” y “tolerancia”. Muchos pacientes con enfermedad terminal han sido mis maestros a la hora de comprender esta diferencia.
Poco a poco comprendí que la Logoterapia no pide la exclusión, pide justamente lo contrario: la inclusión y desde la inclusión, la toma de decisión. Incluí, por tanto, la auto realización y la compatibilidad engranadas en la autotrascendencia y la búsqueda de sentido.
La salud es un concepto complejo y dimensional que involucra a todo el ser humano (en su multidimensionalidad) y a todos los seres humanos en su dignidad y temporalidad. En lugar de hablar de una “sociedad sana” es preferible tener en perspectiva una sociedad saludable que implica una red humana que en su actuar está respondiendo a las necesidades biológicas, psicológicas y humanas (axiológicas y existenciales) de todas las personas. Estar respondiendo significa haber escuchado, percibido y comprendido esas necesidades. La palabra responsabilidad está ausente en el modelo inductor consumista y es justamente ésa su responsabilidad; la nuestra es crear espacios moleculares (entre lo macro y lo micro) que impidan que los hombres se conviertan en islas y los seres humanos en objetos.
“Lo que importa no es la técnica sino el espíritu con que se maneja la técnica, y son dos cosas distintas, si utilizo un aparato o si considero al paciente como un aparato o un mecanismo.” (La vol. de sentido pág. 144)
Veremos en la práctica cotidiana la veracidad que tienen en la historia de vida de una mujer las palabras de Nietzsche: «Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo». La mujer padecía un cáncer, con grandes dolores y un estado depresivo con pocas posibilidades de vida. Debido a la virulencia de su patología, la paciente y su hijo conocían la gravedad de la situación, el efecto terapéutico de la búsqueda de sentido y la trascendencia.
Cuando me acerqué a su lado me dijo: «Doctor, luché toda mi vida para que mi hijo fuera médico. Usted sabe, nosotros éramos trabajadores; teníamos necesidades económicas. Nuestro hijo respondió siempre bien, y ahora esto no puedo tolerarlo. Le estoy causando un dolor inútil, estoy impidiendo que goce de lo que con mucho esfuerzo consiguió; esto no tiene sentido».
El hijo sufría una doble preocupación. Por un lado, sentía que su madre se moría y que con su profesión no podía hacer nada por ella. Comencé una serie de encuentros destinados a examinar si este sufrimiento pudiese en realidad tener algún sentido. De ser así, si podía ser reconocido por la paciente.
En varias oportunidades la paciente recordó situaciones en las que con su esfuerzo había obtenido logros para su familia que luego le fueron reconocidos por su hijo, quien hoy en día es un excelente profesional. La paciente se culpaba injustamente de perjudicar a su hijo y echar a perder todo lo vivido. Fue entonces que decidí cambiar abruptamente el eje de la temática y le pregunté: «¿su hijo eructa actualmente cuando almuerza en el hospital?» «Por supuesto que no, doctor; nosotros éramos pobres pero educados. Mi hijo nunca vio a sus padres hacer semejante guarangada», contestó indignada la paciente. Le pregunté entonces: «¿Usted le repetía constantemente que no tenía que eructar en la mesa?» «No», respondió la paciente, «no tuve necesidad de decírselo nunca».
En ese momento volví a preguntar: «¿usted cree que esto le sirvió en su vida profesional?» y ella me respondió «Por supuesto; además de buen médico, mi hijo es buena persona». «Muy bien», le respondí, «usted está pasando una situación muy difícil a la que no le encuentra sentido». «De verdad no tiene sentido», me respondió. «Aquellos esfuerzos que realicé tenían un sentido: ayudar a mi hijo a enfrentar situaciones difíciles. Este no sirve para nada». «No estoy de acuerdo», le respondí: «tal vez ésta sea la enseñanza más valiosa que usted pueda darle a su hijo. Sin duda alguna su hijo, al igual que todos los seres humanos, alguna vez va a tener que pasar por una situación como la suya. Y seguramente, como le sucede en el almuerzo del hospital, consciente o inconscientemente recordará las actitudes de su madre, tanto cuando comía correctamente en la mesa familiar como cuando en el lecho de dolor encontraba el valor para prestar servicio a los demás».
Le recordé que el hombre trasmite por lo que es, luego por lo que hace y por último por lo que dice. Esta forma de enfrentar el problema analizada en forma descontextualizada puede parecer muy dura para la paciente, pero en realidad este diálogo se llevó a cabo cuando la paciente ya estaba encontrando claros indicios de sentido a su dolor. La paciente falleció dos meses más tarde. Pero esos dos meses tuvieron una intensidad y una paz difícilmente mensurables.
“Esto significa que la autorrealización dependa exclusivamente de cada individuo. Al contrario, la autorrealización existencial no puede efectuarse sin los demás. Es preciso lanzar puentes de una existencia a otra. La existencia, cuando se realiza, va más allá de sí misma. Se trata de ese protofenómeno existencial que Heidegger llama trascendencia, Jaspers “comunicación y Biswanger “comunión” de amor”.” Autorrealización existencial: (El hombre doliente pág. 14)
Es importante para estos pacientes escucharlos sin urgencia. Alguien que no hable con eufemismos sino concretamente, con un lenguaje simple y directo, precisamente sobre las cosas que los obsesionan, sin prejuicios y con un compromiso. Entonces se rompe la monotonía, la soledad, la espera angustiosa y sin sentido que sufre el paciente. Pero lo más importante para los enfermos es sentir que lo que ellos aportan puede ser importante, y significativo para otro. Estos pacientes vivencian una sensación de servicio en un momento en el que sentían que ya no podían servir a nadie aquí en la tierra. Como dijo mi paciente: «quiero serle de alguna manera útil a mi hijo».
Considerar que la persona es inútil simplemente porque no provee sustentos o bienes; creer que la felicidad y la alegría sólo son posibles en estado de salud o que la vida con sufrimiento carezca de sentido, que es preferible morir a vivir con limitaciones o sufrimientos, son afirmaciones que se contrastan cotidianamente en la práctica del cuidado de los pacientes en situaciones límites. La dignidad, es decir la propiedad, con la cual viven la mayoría de los pacientes, la expropiación que la enfermedad les acarrea tiene rasgos de sabiduría, dolor, humor, depresión, sufrimiento y resignación, que constituyen “los trazos finales al lienzo de una existencia”.
El científico debe mantener la ficción como si se estuviera ocupando de una realidad unidimensional. Pero debe tener en cuenta los puntos donde pueden surgir errores y los que debe sortear al dirigir su investigación (Viktor Frankl La vol. de sentido pág. 142).
El valor del afecto: Su relación con la inmunidad
En resumidas cuentas, se ve evidentemente que no sólo la situación de inmunidad depende de la situación afectiva, sino que también la situación afectiva depende de la motivación. Pero lo decisiva que puede ser la motivación, precisamente en las situaciones límites del existir humano, se ve con claridad por las experiencias que se tuvieron en los campamentos de prisioneros de guerra. (Viktor Frankl Teoría y terapia de las neurosis pág.121) No sólo la situación de inmunidad depende de la situación del afecto, sino que también la situación del afecto depende de la motivación (Logoterapia y análisis existencial pág.250)
En una oportunidad fui llamado para asistir a un médico que estaba internado en la sala de terapia intensiva. Padecía un cáncer con una coagulación intravascular diseminada, septicemia y crisis repetidas de arritmia cardiaca. Había pedido que no le volviesen a medicar y que lo dejasen morir. El especialista en terapia intensiva me decía que no valía la pena entrar a hablar con él, pero como nos ligaba un gran afecto (factor que hay que valorizar adecuadamente en la Medicina) entré y mi amigo me pidió que lo dejase morir diciéndome: “no me revivas, prométeme que no lo vas a hacer”. Yo no sabía qué decir, pero teniendo la convicción absoluta de que la vida tiene un sentido me atreví a decirle lo siguiente: “acepto, yo te escuché pero ahora tienes que escucharme: estás en la cama y detrás de la pared hay cosas que no ves; lo que estás viendo aquí es una parte de realidad que puede ser verdad, pero fuera de estas paredes y desde otro punto de vista hay otra realidad que también puede ser verdad; detrás de esas paredes está tu esposa, tus hijos y tus amigos que me están pidiendo otra cosa, que puede ser que no piensen como tú, y no sé quién tiene la razón y la verdad”. Hablamos largo tiempo, después me dijo que hiciera pasar a su hermano que estaba desesperado y le dijo: “si salgo de acá, prométeme que no fumarás más”. El hermano lo abrazó llorando y le dijo “no fumo más”. Hace dos años que el hermano dejó de fumar y el médico vivió dos años más. En este caso habiendo agotado las condiciones internas el hombre buscó sentido concreto hacia el hermano, que es una forma de trascender, y lo más sorprendente es que a la mañana siguiente este paciente había mejorado.
Cuando volví a la sala me preguntaban si había cambiado el plan de antibióticos, pero tuve que decirles que no había cambiado ninguna de las Indicaciones terapéuticas establecidas. Muchos médicos no lo creyeron.
Como decía Viktor Frankl: “En una u otra forma, el hecho de ser hombre apunta siempre más allá de uno mismo, y esta trascendencia constituye la esencia de la existencia humana.” (El hombre doliente pág.11).
Para finalizar quiero recordar el credo de Herman Hesse (Premio Nobel). El credo al que me refiero no es fácil expresarlo en palabras, podría explicarse así: “creo que a pesar de su aparente absurdo la vida tiene un sentido y aunque reconozco que el sentido último de la vida no lo puedo captar con la razón, estoy dispuesto a seguirlo aun cuando signifique sacrificarme a mí mismo. Su voz la oigo en mi interior siempre que estoy realmente vivo y despierto. En tales momentos intentaré realizar todo cuanto la vida exija de mí, incluso cuando vaya contra las costumbres y leyes establecidas. Este credo no obedece órdenes ni se puede llegar a él por la fuerza, solo es posible sentirlo”.
Termino con un pensamiento de Viktor Frankl: “La sabiduría, en efecto, se puede definir como un saber acompañando de la conciencia de los límites de ese saber”. (El hombre doliente pág. 42)
Dr. Gerónimo Acevedo
Médico presidente del Centro Viktor Frankl de Buenos Aires, Arg. Miembro Fundador de la Sociedad Latinoamericana de Logoterapia.
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Excelente artículo, muy clarificador en resaltar la dignidad humana mediante el encuentro con un propósito, aún en las situaciones más difíciles de la vida.