El tiempo conmigo mismo: Una necesidad más que un lujo
Lic. Juan José Sánchez
Normalmente cuando hablamos de necesidad y lujo, podemos distinguir con facilidad la diferencia. Pero viene bien que nos pongamos de acuerdo en al menos un par de detalles. La necesidad se considera imprescindible, es algo que no nos puede faltar a tal punto que también se utiliza esta palabra para significar una obligación, lo necesario que tiene que estar sí o sí. Carecer de una necesidad implica un cierto grado de insatisfacción y es proporcional al grado de falta que existe. Por otro lado, el lujo es una cosa o conjunto de cosas que son prescindibles y que a su vez suponen un gasto innecesario de dinero, tiempo, recursos o incluso de los tres al mismo tiempo. Aclarado esto, veamos como el tiempo conmigo mismo, es una necesidad y no un lujo.
Es muy interesante como los griegos utilizaban dos palabras distintas, que al traducirlas a nuestro castellano las escribimos igual, hablo de la palabra “tiempo”. Ellos utilizaban las palabras “Krónos y Kairós”. La primera nos es familiar, cuando la asociamos a cronómetro, por ejemplo. Y es que Krónos hace alusión a un tiempo cronológico, a una sucesión de horas, minutos, segundos que podemos medir. Aquí estamos hablando de un tiempo cuantitativo. Lo interesante, es que Kairós es un tiempo cualitativo. ¿Y qué quiero decir con esto?. Pongamos un ejemplo, ¿quién no ha pasado un grato momento con amigos o familiares y las horas se le pasaron volando?, el reloj no anduvo más rápido, simplemente la vivencia fue vivida de otro modo, diríamos, como con otra profundidad. Es por ello que estos espacios de tiempo en modo Kairós, hacen que la vida sea vivida de otro modo y que más allá de las circunstancias, pueden ser momentos de oportunidad y crecimiento personal.
Ya Agustín de Hipona nos invitaba al decirnos, “no salgas fuera, a ti mismo regresa. En el interior del hombre reside la verdad”. Es en la vivencia de una vida interior, de un tiempo dedicado a uno mismo, donde el tiempo deja de ser una suma de minutos, donde la vida se ve desde otro lugar con una mayor perspectiva.
Desde esta perspectiva, podemos tomar como ejemplo actual, a la cuarentena, como una oportunidad para dedicarnos a nosotros mismos, cuestión que en el ritmo de vida que veníamos llevando, no podíamos hacer o simplemente no nos dábamos el tiempo para nosotros mismos, pensando que era un lujo hacerlo. Aprovechar la cuarentena para estar con uno mismo no es contar los minutos esperando que pase, no es diluir nuestra vida en pasatiempos estériles, sino es un tiempo oportuno para dejar huella positiva en nuestra historia personal.
La interioridad es parte constitutiva de la persona, de aquí la necesidad de ocuparnos de nosotros mismos desde un abordaje holístico, integral. Como tenemos una dimensión biológica y psicológica, también tenemos una dimensión espiritual. Es necesario ocuparnos de nuestra dimensión espiritual porque allí se encuentra nuestro estilo personal, nuestro ser más personal.
Popularmente los dichos suelen ser un reflejo de lo que pensamos y sentimos. Es interesante ver como en diferentes culturas existen los mismos dichos o frases populares. Un par de ellos para iluminar el tema del autocuidado podrían ser estos, “La caridad empieza por casa”, “Nadie da lo que no tiene”, “si no te amas no puedes amar”. En ellos se da por sentado que para poder dar algo a los demás, primero hay que poseerlo. Quien cuida, es afectado tanto en lo psicoanímico y afectivo como en lo físico, económico y social. Por esta afectación, el cuidador debe tener herramientas para que su tarea sea eficaz y no perezca en el intento. Una forma para desarrollar estas herramientas es tener tiempo para sí.
Cuando cuidamos como terapeutas, somos “invitados” a la vida privada de quienes nos buscan, generando una sensación de satisfacción y de alegría por el trabajo realizado, pero también generando una sensación contraria, al estar expuestos repetidamente a historias de sufrimiento, tragedias, falta de humanidad y provocaciones de dolor deliberadas, se convierten en un desafío a la fe en la humanidad nos dice Mahoney.
Sin lugar a dudas quien dedica un tiempo para sí, dice sí a la vida, se descubre como un ser en relación, es capaz de reconocer el sufrimiento de un semejante y dar respuesta desde su propio lugar, en un acto compasivo, que no es otra cosa que una empatía que se pone en marcha para calmar el sufrimiento del otro. El estar con uno mismo hace que la persona sea un optimista de la vida, capaz de encontrar sentido a la vida más allá de las circunstancias y desde allí, ayudar a los demás a descubrir su propio sentido.
El tiempo con uno mismo es necesario, es imprescindible para la persona y para que la relación con los demás sea realmente un vínculo personal. Quien no dedica un tiempo para sí mismo se relaciona con el otro sólo desde lo exterior y no desde su interioridad, porque en cierta forma, está disociado su interior con su exterior y lo único que se puede dar, es exterioridad y superficialidad. Algo así como dar cosas, pero no darse a sí mismo. De esta forma nos convertimos en dadores técnicos de las necesidades de otros, reduciéndose la relación al plano proveedor-biológico.
El cuidado de sí, del terapeuta está en relación con el objetivo de acompañar. Hace del acompañar una misión profesional y un estilo de vida, mientras que el familiar cuidador, muchas veces se verá interpelado por el destino, a ser cuidador de un hijo/a, esposo/a sin poder evadir la situación. En ambos casos, tanto el cuidador profesional como el cuidador familiar, encontrará en su vida interior, en el espacio y tiempo para sí mismo, la fuente de vida, los valores convocantes que lo interrogan pidiendo una respuesta a las necesidades de un otro que sufre y solo desde allí podrá responder plenamente. Esta respuesta se da, solo en un tiempo vivido como kairós, como una oportunidad para ser la mejor versión posible de sí mismo. La interioridad, el tiempo con uno mismo, no se logra así porque sí, sino que se cultiva con la práctica frecuente de momentos dedicado a uno mismo a través, por ejemplo, de la meditación, el arte, e incluso en rituales de la propia religión.
Te invito a que cultives tu interioridad dedicándote un tiempo a ti mismo. No es cuestión de cantidad de tiempo dedicado, sino de la calidad y periodicidad con que lo hagas. Con el paso del tiempo te darás cuenta que, en la búsqueda de tu propia interioridad, se encuentra el trampolín para lanzarte hacia fuera de ti, al encuentro de otra persona, para trascenderte y llegar a lo más interior del que cuidas. ¡Vive más momentos en modo kairós y menos en modo krónos!
Lic. Juan José Sánchez
Teólogo y Psicólogo
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